viernes, 29 de enero de 2010

LA COSA NOSTRA Y UNA NUEVA IMAGEN PARA LA MAFIA

Por Andrew Lawless

“La mafia, entendida en el sentido estricto de cosa nostra, la organización criminal jerárquica con base en Sicilia, no está “a cargo de Italia” como dicen las malas lenguas”, explica John Dickie, jefe de cátedra de la carrera de Italiano en la Universidad de Londres y autor de Cosa Nostra –A History of the Sicilian Mafia (“Cosa Nostra: Una Historia de la Mafia Siciliana”). El comentario responde a la pregunta de hasta qué punto es crucial comprender a la mafia para entender la historia de la Italia moderna. “No es casualidad”, agrega “que la mafia haya nacido a mediados del siglo XIX, coincidiendo con el surgimiento del Estado moderno italiano. Desde entonces, este último ha cohabitado con formas ilegales de poder basadas en la capacidad de utilizar la violencia (una definición más sui géneris del término “mafia”). Incluso hoy en día existen en algunas regiones del sur de Italia que escapan al control total del gobierno legal, en el sentido que las asociaciones criminales crean su propia “legalidad”, su propio estado fantasma. Comprender cómo se ha llegado a esta situación revela mucho sobre Italia, y sobre las dificultades que ha encontrado el Estado para establecer su derecho a gobernar”.

La obra de Dickie, que se cuenta entre los primeros estudios académicos de peso realizados sobre la Cosa Nostra en inglés, descarta muchos de los mitos aceptados sobre esta organización, propagados por sus propios integrantes, así como también por el arte, la literatura y la cinematografía del último siglo.

Comencemos el nombre. ¿Se saben los orígenes del vocablo, cuándo comenzó a utilizarse? ¿Lo usan los mafiosi para referirse a ellos mismos?

El solo hecho que los hombres de honor, como se conoce a los miembros iniciados de la Cosa Nostra, no usen la palabra “mafia” entre ellos es indicio de que la especulación etimológica que ha estado dando vueltas con respecto a los orígenes de la palabra no le ha dado en el clavo. Ahora, lo que más sabemos aproximadamente es que el vocablo existía en el dialecto hablado en Palermo a mediados del siglo XIX: equivalía a algo entre bello y seguro de sí mismo, que gustaba mucho (algo así como exclamar “¡genial!” o “¡buenísimo!” en castellano corriente). La historia de cómo adquirió connotaciones criminales y llegó a ser un arma política poderosa a la misma vez es algo que narro en uno de los primeros capítulos del libro.

Muchos periodistas y comentaristas han escrito un montón de libros sobre la mafia, lo que no es el caso con los historiadores. ¿Qué desafíos aguardan al historiador que desee abordar un tema como el de la mafia?

Es interesante que el primer y principal problema fuese superado sólo recientemente: hasta 1992 no estábamos seguros de lo que era la mafia siciliana, aunque fue en ése año que los tribunales italianos confirmaron finalmente la existencia de la Cosa Nostra. Antes de entonces, los historiadores no tenían la certeza de saber lo que estaban buscando cuando revisaban los archivos en búsqueda de récords sobre la mafia. Es ésa la razón por la cual la primera historia genuina de la mafia siciliana que se escribiera en italiano se publicó sólo en 1993 (Historia de la Mafia: un brillante trabajo de erudicción y análisis por el historiador de Catania Salvatore Lupo).

El otro problema obvio reside en la documentación. La mafia siciliana es, y siempre ha sido, una asociación secreta de asesinos y criminales. Debido a su naturaleza, no deja récords escritos, aunque dado a que tradicionalmente ha mantenido estrechos contactos con el gobierno, ha dejado considerable evidencia secundaria sobre sí misma.

¿Qué diferencia a la Cosa Nostra de organizaciones como la Ndrangheta de Calabria, o la Sacra Corona Unita de Puglia? ¿Cómo es que la mafia ha llegado a ser considerada patrón para la actividad criminal organizada en el mundo entero?

La Cosa Nostra está simplemente mejor organizada que las demás asociaciones criminales del sur italiano: ninguna de las otras tiene nada parecido a comisiones provinciales que funcionan como parlamentos y tribunales para la mafia en Sicilia occidental. Ninguna de las otras tienen un jefe de jefes como la Cosa Nostra. Los vínculos estrechos con Estados Unidos, donde el modelo siciliano llegó a dominar las asociaciones criminales exportadas de Italia, ha también ayudado a la Cosa Nostra a destacarse.

Una reseña de su libro lo describe como un “trabajo de renovación de imagen preciso y necesario”. ¿Está de acuerdo? ¿Qué es lo que lo atrajo al tema?

La referencia a la renovación de la imagen es interesante. La idea proviene de un fascinante análisis sociológico sobre la mafia siciliana por Diego Gambetta (otro de los grandes avances sobre el tema que se publicó a principios de la década de los noventa. Fue pionero en el concepto de que podría pensarse en la “mafia” como una marca: ya sea de confianza o de intimidación, dependiendo de la percepción personal sobre los asuntos de extorsión que sostienen la base del poder de la Cosa Nostra.

La Cosa Nostra existe para proteger la credibilidad de su marca. Dicho de otra manera, para asegurarse de que las amenazas emitidas por sus miembros no sean nunca hechas en vano. Un poco como la marca Volkswagen y su reputación de fiabilidad. Sólo en el caso de la Cosa Nostra, proteger la identidad de la marca equivale a tener la abilidad de matar gente y salir impune, en vez de sólo a tener la abilidad de arrancar el coche en una mañana fría y húmeda.

¿Qué opina sobre las representaciones de la mafia en la cultura popular: las películas y los libros, están muy lejos de lo cierto? ¿Hasta qué punto piensa, además, que la mafia como organización está consciente de o se ha dejado influenciar por estas representaciones? Dicho de otra forma, la pregunta es si la mafia moderna trata en vano estar a la altura de los estereotipos que aparecen en largometrajes como “El Padrino”.

Pienso que lo que el crítico que hizo alusión al concepto de la “nueva imagen” tenía en mente era mi intento de tomar a la mafia en serio. Eso es lo que me atrajo al tema en primer lugar. Lo que la mayoría de la gente sabe acerca de la mafia proviene de la industria del entretenimiento: todo el género estadounidense sobre la mafia (todos los libros y películas que han salido de las entrañas de “El Padrino” de Mario Puzo) no son en verdad sobre la mafia en absoluto. Hollywood ha utilizado la mafia para mostrar lo que significaba ser hombre, las presiones de hacer malabarismos con las responsabilidades de la familia y el trabajo, el lado oscuro del “sueño estadounidense”, y hasta quizás hacer proselitismo de las imágenes de estilo de tipos lacónicos todos trajeados. Y la escandalosa historia, trágica y fascinante de lo que el crimen organizado ha hecho en Sicilia se ha perdido de vista dentro de todo eso. Resulta difícil imaginarse a Al Pacino hacer la parte de Giovanni Brusca, quien disolvió un niño de doce años en ácido porque su padre había traicionado a la Cosa Nostra.

La mafia siciliana siempre ha sabido cómo la representan, y los mafiosos son directamente responsables de algunos de los misterios que se han esparcido, como por ejemplo la tontería de que la mafia tiene orígenes árabes. Aún así los medios de comunicación han influenciado la percepción de la mafia de sí misma. Se afirma a menudo, incluso durante rituales de iniciación de la mafia, que la mafia nació como una secta medieval llamada Beati Paoli, que defendía a la gente débil de la poderosa y sin escrúpulos. La idea probablemente surgió con alguna novela de aventuras sobre los Beati Paoli publicada en Palermo a principios del siglo XX. En otras palabras, a algunos mafiosos les gustó la historia y la tomaron prestada para sus propios propósitos; gángsters posteriores comenzaron a creerse lo que había sido diseminado en un comienzo como la propia propaganda de la asociación.

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