La ceniza tapa los sensores que dan información a l os sistemas de navegación
Lo más peligroso es el daño a los motores. Por un lado, la erosión en las palas del compresor reduce la eficiencia, y por otro la ceniza se funde con el calor de la cámara de combustión, formando una sustancia como el cristal, fundido o incluso sólido. Eso bloquea el flujo de aire, el motor se inflama y se cala.
Ese riesgo sólo se puede evitar con un seguimiento riguroso de los volcanes activos para alertar lo antes posible a las autoridades de navegación para que prohíban volar en las zonas afectadas. Porque los pilotos pueden no darse cuenta de que están entrando en una nube de ceniza: no siempre se aprecia a simple vista (y menos de noche) y además los radares de a bordo no detectan partículas tan pequeñas.
Las señales más habituales de que el avión se halla en una nube volcánica son el humo o polvo en la cabina, olor a sulfuro, luces brillantes en los bordes de los motores o la aparición del fuego de San Telmo (un resplandor de origen eléctrico) frente al cristal.
Fuente: elpais.com
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